Los motores con solenoide no son eficientes principalmente debido a la naturaleza de los propios solenoides. Los solenoides suelen funcionar con una alta resistencia eléctrica, lo que provoca importantes pérdidas de energía en forma de calor. Esta ineficiencia da como resultado una menor eficiencia general de conversión de energía en comparación con otros tipos de motores.
La ineficiencia de los motores de solenoide se debe a varios factores. Un problema importante es el rápido ciclo de las bobinas del solenoide, que requiere cambios frecuentes en los campos magnéticos. Esta conmutación rápida produce pérdidas de energía debido a corrientes parásitas y pérdidas por histéresis en el material del núcleo, lo que reduce aún más la eficiencia del motor.
Las desventajas de los motores de solenoide incluyen su complejidad y la necesidad de un control preciso de las fuerzas electromagnéticas. Esta complejidad aumenta los costos de fabricación y los requisitos de mantenimiento. Además, los motores de solenoide pueden tener problemas de confiabilidad con el tiempo debido al desgaste de las piezas móviles y los componentes eléctricos.
Los motores solenoides no se utilizan en automóviles principalmente porque no han demostrado ventajas prácticas sobre los motores de combustión interna convencionales o los motores eléctricos. Sus problemas de ineficiencia, complejidad y confiabilidad los hacen menos atractivos para aplicaciones automotrices donde la eficiencia, la durabilidad y la rentabilidad son factores cruciales.
La practicidad de los motores de solenoide está limitada por su ineficiencia, complejidad y la disponibilidad de alternativas más eficientes como motores de combustión interna y motores eléctricos. Si bien pueden tener aplicaciones específicas en industrias específicas o proyectos experimentales, sus inconvenientes generalmente superan sus beneficios potenciales en el uso práctico generalizado.