Un memristor, abreviatura de «resistencia de memoria», es un tipo de componente electrónico pasivo de dos terminales que muestra una relación entre la carga eléctrica que fluyó a través de él en el pasado y la corriente que fluirá a través de él en el futuro. El principio fundamental de un memristor se basa en su capacidad de cambiar la resistencia en respuesta a la cantidad de carga eléctrica que lo atraviesa a lo largo del tiempo. A diferencia de las resistencias, que obedecen la ley de Ohm y tienen una resistencia fija, los memristores tienen una resistencia que se puede «memorizar» o cambiar según el historial de las señales eléctricas que se les aplican.
Una explicación intuitiva de un memristor puede compararse con una resistencia que recuerda cuánta corriente ha pasado a través de él. Cuando la corriente fluye a través de un memristor, altera su resistencia. Si la corriente deja de fluir, el memristor conserva su último estado de resistencia hasta que otra corriente lo atraviese y lo cambie nuevamente. Este comportamiento permite a los memristores almacenar y recuperar información sobre la cantidad y dirección de la carga que ha fluido a través de ellos, de forma similar a cómo una resistencia almacena información sobre voltaje y corriente.
Un ejemplo de estructura de memristor implica películas delgadas de dióxido de titanio intercaladas entre dos electrodos. El movimiento de las vacantes de oxígeno dentro de la película de dióxido de titanio altera su resistencia en respuesta a pulsos eléctricos, demostrando así el efecto memristivo. Esta estructura permite que los memristores funcionen de manera eficiente con un bajo consumo de energía y potencialmente puede revolucionar las tecnologías de computación y almacenamiento de memoria al ofrecer memoria no volátil y capacidades de computación neuromórfica.
La relación que establece un memristor es entre la cantidad de carga que ha pasado a través de él (Q) y el cambio de resistencia resultante (ΔR). Esta propiedad única hace que los memristores sean valiosos en aplicaciones que requieren almacenamiento de memoria analógica, emulación sináptica en redes neuronales artificiales y computación energéticamente eficiente. El desarrollo y la comprensión de los memristores han abierto nuevas posibilidades en la electrónica, ofreciendo ventajas potenciales en términos de velocidad, consumo de energía e integración en comparación con las tecnologías tradicionales de computación y memoria.